1 de noviembre de 2012

¡Dos horas y media de terror en Fresnillo!

FRESNILLO, ZAC.- A tres días de la masacre de una familia en la comunidad San Ignacio de Trujillo, en Fresnillo, aún se respira el miedo y el olor a sangre.

Los lugareños sacan el dolor que llevan dentro de sí al recordar minuto a minuto las dos horas y media de balazos que pareció que nunca terminarían; las puertas, ventanas y paredes de las viviendas muestran los huecos por donde pasaron cientos de balas.

Sobre la tierra aún quedan decenas de casquillos y en la casa de la familia Martínez Carrillo, donde vivían Daniela Castillo Morones y Margarito Martínez Perales, de 23 y 26 años, quienes fueron asesinados, la sangre y la pólvora aroman el ambiente.

Los lugareños cuentan la historia como si se tratara de lo que pasó en otra comunidad tan distante; "¡cómo es posible que haya pasado esto!", se preguntan afligidos por la lamentable pérdida de Daniela y Margarito.

El lunes, alrededor de las 7 de la tarde, los pobladores vieron desde la lejanía cómo una nube de polvo se levantaba, mientras las luces de casi una docena de camionetas se acercaban a toda marcha hacia la comunidad.

Al principio los habitantes no le tomaron mucha importancia y continuaron con sus labores en el campo, pero a casi un kilómetro de distancia, los sujetos en la caravana abrieron fuego contra los lugareños.

Una lluvia de balas cayó sobre San Ignacio de Trujillo y de inmediato los pobladores corrieron a sus casas para resguardarse.

Los padres se pusieron al frente y se armaron de valor para enfrentar lo que pasara, mientras que las madres apretaban con fuerza a sus hijos rezando a Dios para que ese infierno terminara pronto.

Los hampones entraron de casa en casa con armas de grueso calibre, los lugareños no podían hacer más que mantener la calma y esperar que todo acabara pronto.

Pero la historia parecía no tener fin, aunque los disparos cesaron, la tensa calma tenía angustiados a todos los lugareños.

A 30 kilómetros de la mancha urbana y sin una sola alma que los socorriera, los pobladores pensaron en más de una ocasión "hasta aquí llegamos… nos van a matar".

Pero el horrible silencio sólo pudo opacarse por el estruendo de las armas de fuego que retumbaron en los vidrios que todavía seguían en pie de las 10 viviendas que hay en la comunidad.

"¿Qué pasó?", reclamaron decenas de campesinos sin darse cuenta que dentro de la vivienda de la familia Martínez Castillo yacían los cuerpos ensangrentados de la pareja y su bebé herida al borde de morir.

"Estamos con vida (…) pero no sé por qué", se cuestionó Don José Martínez Carrillo mientras sacudía la tierra de sus manos y se limpiaba el sudor de la frente.

Don José es uno de los habitantes más viejos de la comunidad; narró con asombro y miedo cómo lo primero que vieron de tan horrible hecho fueron las luces al alba, brillando como luciérnagas en un camino de tierra.

Después empezó la refriega que duró más de dos horas y media y que no se explican los lugareños, ya que todos los habitantes de San Ignacio de Trujillo se dedican a la agricultura y ganadería.

Siembran con mucho esfuerzo maíz, frijol y alimentan a unos cuantos borreguitos flacos a causa de la sequía.

Don Salvador Martínez Carrillo, hermano de José y padre del hoy occiso, vive con su esposa Consuelo y tienen una humilde tienda de abarrotes donde le surten a todo el pueblo.

Ahora a don Salvador sólo le queda su primogénito que lleva el mismo nombre que él, ya que apenas hace unos meses perdió a su otro hijo Arturo, quien murió a causa de una enfermedad.

Cuando asesinaron a Margarito, Don Salvador, con las lágrimas rodando por las mejillas se paró frente a los hombres armados y reclamó con la voz quebrada: "¿Por qué me mataron a mi hijo, qué problema tienen con nosotros, qué daño les hicimos si todos somos campesinos?".

La tarde del lunes, Daniela Castillo y Margarito Martínez estaban con Don Salvador, porque festejaban el primer cumpleaños de su pequeña hija Paola.

Al entrar a la vivienda, los criminales acorralaron a Margarito en un cuarto donde estaban su esposa Daniela, quien tenía tres meses de embarazo, y su hija Paola.

Cuando les dispararon, Daniela y Margarito protegieron con su cuerpo a Paola y gracias a eso la pequeña se salvó, aunque su salud es delicada debido a que recibió impactos de bala.

Paola fue trasladada al Hospital General de Fresnillo donde pasó en urgencias su primer cumpleaños, el único que compartió con sus padres.

Los habitantes de San Ignacio de Trujillo dicen que no se irán de la comunidad, pues aunque están asustados allí están sus raíces y cosecha; "el futuro de nuestra familia está al pie del cañón.

"Ni las balas ni nadie nos hará dejar esta tierra, porque es nuestra, aquí nacimos y aquí morimos".

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