16 de mayo de 2017

¡No al silencio!

MANIFIESTO

AGUASCALIENTES, AGS.- A Javier Valdez Cárdenas le gustaba sonreír mientras hablaba; de periodismo, de Culiacán y de la vida.

Siempre con el propósito de ayudar sin esperar nada a cambio, se convirtió en la guía más confiable para los reporteros foráneos que se adentraban a lo que pasaba en su ciudad.

Crítico y amoroso a la vez, se entregó a la pasión de contar lo que el narcotráfico iba percudiendo en una sociedad cada vez más desolada.

Quien conoció a Javier asegura que su sentido del humor conquistaba incluso a los reporteros que hablaban poco español.

Pero fueron sus letras veraces y meticulosas las que lo colocaron en el umbral de la admiración del gremio periodístico, pero también en la mira de aquellos que se sintieron amenazados por lo que denunciaba en sus crónicas, columnas o libros.

Consciente de lo que podía pasar, describió así su indignación tras el asesinato de Miroslava Breach, corresponsal de La Jornada en Chihuahua, hace unas semanas: "A Miroslava la mataron por lengua larga. Que nos maten a todos, si esa es la condena de muerte por reportear este infierno".

Mientras intentaba sofocar el dolor, Javier hizo lo que mejor sabía hacer: ser reportero.

Hoy duele escribir sobre él en tiempo pasado.

En pleno día del maestro, como lo era, Javier fue asesinado en Culiacán.

Esa tierra caliente donde le dio nombre y apellido a las vergonzosas estadísticas de muertos que provocaba el narcotráfico y la impunidad de las autoridades.

Sin mucho más que su intuición, papel, lápiz, lentes y sombrero, Javier dio cátedra de lo que debe ser un periodista.

Por eso, sin la menor pizca de temor, pero sí con la indignación desbordada en las almas de aquellos que comparten con él su pasión por el periodismo, hacemos un paro de labores, repudiando al unísono y en todo el país, la pérdida de un baluarte del oficio, pero sobre todo de un gran ser humano.

Alguna vez Javier escribió que hacer buen periodismo te iba dejando solo.

Disculpa, maestro, pero ahora sus crónicas y libros estarán más acompañados que nunca. Porque hoy es necesario leer y releer lo que denunciaste con sapiencia: esa violencia que de a poco se ha ido normalizando en la rutina de un país que cada día se oscurece más.

Tu asesinato no puede quedar impune; no lo permitiremos.

Entre el dolor de quienes tuvieron la fortuna de conocerte y de quienes te admiraron por tu trabajo, seguiremos tu camino, esperanzados de que nuestra demanda de justicia genere por fin un ambiente en el que se pueda ejercer buen periodismo sin tener miedo de ser asesinado.

Mientras luchamos por eso, te avisamos, Javier querido, que seguirás entre nosotros.

En honor a tu columna en RíoDoce –que queda como un acervo para siempre-, llamada MalaYerba, nunca morirás.

A los periodistas de ese gran semanario que ayudó a fundar y que hoy sienten que les arrancaron los dos brazos, tras un golpe directo al corazón, les decimos que no están ni estarán solos.

Desde aquí, desde este pequeño ombligo del mundo, seguiremos los lineamientos que durante 14 años han marcado para convertirse en referencia de lo que debemos hacer.

Hoy, por los 125 periodistas asesinados desde el 2000 y por los seis que van en este año, decimos basta; NI UNO MÁS.

No queremos más consuelos e indignaciones oficiales con discursos vacíos.

Como se ha repetido hasta el cansancio durante mucho tiempo: no nos van a callar, no más impunidad.

Lo supo siempre Javier, quien hasta hace poco escribió: "En Culiacán, Sinaloa, es un peligro estar vivo y hacer periodismo es caminar sobre una invisible línea marcada por los malos que están en el narcotráfico y en el Gobierno (...) Uno debe cuidarse de todo y de todos".

Ahora cuidaremos tu memoria, maestro. Seguiremos de lenguas largas, a tu salud.

Descansa en paz.

En Aguascalientes hasta ahora no hay registro de ningún periodista asesinado, sin embargo si ha habido 6 encarcelados injustamente todos ellos salieron en libertad sin pruebas en su contra.

También ha habido decenas de agresiones físicas y verbales.

Desde aquí gritamos ¡Ni uno más!

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